De conciertos y otras adicciones

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La música es el arte de lo intangible. Las notas se elevan y se impregnan en cada uno de nuestros sentidos. La piel se eriza, los oídos se agudizan, los latidos comienzan a incrementar. Es ahí donde lo intangible se vuelve tangible y las notas se convierten en una pieza, en un todo que permanece.

Hoy es viernes, es noche de concierto y la ciudad lo sabe. Se respira un ambiente distinto, como si todos supieran que algo grande va a pasar. Ha llegado la hora que tanto esperábamos. Nos vamos acercando al recinto y se escucha al revendedor: «Boletos que le sobre, que le falte…», es ese momento en el que te das cuenta que la noche está a punto de comenzar. La gente se mueve, canta y desborda emoción. La fila para entrar se empieza a formar. Revisas que los boletos estén en tu bolsa cada 5 minutos. Por fin llegas al final de la línea y entregas tu boleto, te ponen la pulsera y das un paso a través de las puertas que revelan la escena que va a protagonizar la noche. Observas las luces, las bocinas y las pantallas, es solo un presagio de lo que nos espera. Cuando pensabas que tu emoción no podría ser mayor, oyes el primer beat de la noche. No es el DJ principal, pero tus pies, tu cabeza y un dedo comienzan a moverse de lado a lado. Quieres guardar energía. Oyes un set tremendo, aplaudes, gritas y apuntas en tu ipod que debes bajar más canciones de él. Pasan 15 minutos y las luces se apagan, tus latidos se empiezan a acelerar. 60 latidos por minuto, 70, 80, 90, 100, 120, 128… En ese instante un tenue haz de luz cruza desde atrás y hasta el centro del escenario dejando ver solo una silueta. La adrenalina comienza a fluir por tus  venas. Sabes que es él. Gritas y levantas una mano. Por fin ha comenzado y empiezas a bailar. Poco a poco las tensiones se van liberando. ¡Qué manera tan especial tiene la música de hacer catarsis! Una sonrisa de mejilla a mejilla invade tu rostro. Pareciera que el mundo entero dejó de girar y que la vida te espera. Es difícil describir como te sientes, pero sabes que te sientes bien. Sin embargo, tanto desborde de energía tiene que llegar a un final. Suena el último beat y aplaudes porque sabes que lo que acabas de escuchar es único e irrepetible. Al llegar al automóvil caes desvalido en el asiento, tus oídos están aturdidos y satisfechos. No prendes el radio porque sabes que ya nada sonará igual. Al llegar a tu casa te recuestas en tu cama y al abrir twitter para poner lo mucho que te gustó, ves que tu DJ piensa igual, así que te limitas a solo darle retweet. Es así como llega al final la noche. Como diría el 5 veces DJ no. 1, Armin Van Buuren: «No es amor por la música, es una pasión y va más allá del agrado o un hobby, es una forma de vivir… La música es esencial para mi vida.»

Redactado por: Di5co

Cortesía del Artista


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